¡Ay!, ¿cuándo voy a aprender a ser un poco más mala? Ya sé que llevo algún tiempo en esto, y ya no deberían pasarme ciertas cosas... pero parece que el dicho ese de "el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra", ¡en mi caso se podría aumentar hasta 10 veces!
Pues les cuento. Recibo una llamada de una cliente, la pobre, desesperada porque le han dicho en el Registro Civil que tiene que presentar ese mismo día un papel que le faltaba, que estaba en inglés, y necesitaba traducirlo urgente.
-Bien, señora, no se preocupe -le digo-, cuente conmigo.
-¿Y cuál es su tarifa? -me pregunta, por teléfono.
En ese momento, yo ya advertida por las otras 9 ocasiones en las que sin querer, cobré menos de lo que debía, le digo mi tarifa, por cuartilla, pero le aviso de que de todos modos tendría que ver el documento, blablabla. Le parece muy bien a la señora (sobre todo porque mi casa le caía cerca, yo creo, y dadas las prisas...). Total, que cuando llega con el "papelito que faltaba", resulta que no es una, sino dos hojas tamaño oficio, y ademas con letra ligéramente más diminuta de lo normal.

Les prometo que no es competencia desleal ni nada de eso, ¡es mi incapacidad total de reacción ante estas situaciones. ¡Que alguien me ayude a reaccionar, por favor!
¿Será la siguiente vez la definitiva? ¿Sabré enfrentarme a mis clientes como una profesional y no una niñita? Ojala y sí. Ya les contaré.
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