lunes, 28 de noviembre de 2011

SAN JERÓNIMO

Fin de semana productivo.


Antes de ayer, sábado 26 de noviembre, empezó la XXV edición de la FIL en Guadalajara. Ese mismo sábado, en sus instalaciones, también dio comienzo el XV Congreso de San Jerónimo, organizado por la Organización Mexicana de Traductores.
          En primer lugar, gran mérito de esta organización por llevar ya 15 años preparando este evento y, según he comprobado, cada vez con más asistencia.
          En segundo lugar, que buen momento para nosotros los traductores e intérpretes. En este tipo de congresos puedes no sólo aprender un montón de cosas y reciclar conocimientos, sino también hacer contactos profesionales y, por qué no, incluso amistades.

Hace no mucho tiempo, yo era de las asistentes calladas y discretas, de esas que solo sabes que están ahí porque pagaron su cuota de inscripción y figuran en la lista. Hasta que un buen día, en Querétaro, un gran maestro me abrió los ojos: no se pierde nada por hablar con tus colegas, al contrario, solo hay algo que ganar. Y desde entonces, ¡no hay quien me pare!
Bueno, estoy exagerando un poco, vale, pero al menos, ya he perdido la vergüenza y aprovecho al máximo estos eventos para conocer gente y aprender más de este mundo apasionante. Espero con ansias el siguiente congreso (me gustaría decir, sea donde sea, pero lamentablemente, por el momento, tendré que elegir ubicaciones cercanas), y espero verl@s por allí.

lunes, 7 de noviembre de 2011

NOVATADAS

¡Ay!, ¿cuándo voy a aprender a ser un poco más mala? Ya sé que llevo algún tiempo en esto, y ya no deberían pasarme ciertas cosas... pero parece que el dicho ese de "el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra", ¡en mi caso se podría aumentar hasta 10 veces!

Pues les cuento. Recibo una llamada de una cliente, la pobre, desesperada porque le han dicho en el Registro Civil que tiene que presentar ese mismo día un papel que le faltaba, que estaba en inglés, y necesitaba traducirlo urgente.
-Bien, señora, no se preocupe -le digo-, cuente conmigo. 
-¿Y cuál es su tarifa? -me pregunta, por teléfono.
En ese momento, yo ya advertida por las otras 9 ocasiones en las que sin querer, cobré menos de lo que debía, le digo mi tarifa, por cuartilla, pero le aviso de que de todos modos tendría que ver el documento, blablabla. Le parece muy bien a la señora (sobre todo porque mi casa le caía cerca, yo creo, y dadas las prisas...). Total, que cuando llega con el "papelito que faltaba", resulta que no es una, sino dos hojas tamaño oficio, y ademas con letra ligéramente más diminuta de lo normal. 

Imagínense mi sorpresa, pero también mi incapacidad para decirle a la señora, ya mayor y con cara de muy necesitada, que eso iba a salir más caro de lo ya hablado. Así que ahí voy yo, hago mi traducción express y mientras trabajo me propongo hablar con la señora y decirle que el precio pactado es menor de lo que en realidad ha resultado la traducción. Pero ¡oh! cual es mi sorpresa cuando llegan a buscar la traducción, pues la pobre señora ha sufrido un accidente vial y se ha caido por la calle, con el resultado de un pie inflamado. En fin, todo mi valor se va por el retrete, me callo todos mis argumentos, le entrego la traducción al precio pactado, la señora se marcha toda adolorida pero contenta y yo... contenta por mi trabajo, pero decepcionada conmigo misma por mis pocas agallas. 

Les prometo que no es competencia desleal ni nada de eso, ¡es mi incapacidad total de reacción ante estas situaciones. ¡Que alguien me ayude a reaccionar, por favor!

¿Será la siguiente vez la definitiva? ¿Sabré enfrentarme a mis clientes como una profesional y no una niñita? Ojala y sí. Ya les contaré.